La primera entrevista que le hice a Marco Tulio.
Marco Tulio Aguilera Garramuño nació en Bogotá en 1949. De una forma muy parecida a la narrada en la novela Breve historias de todas las cosas (primera publicación de Garramuño), los Aguilera Garramuño fueron a parar, una vez muerto el padre y después de una serie de peripecias casi propias de gitanos, a San Isidro de El General, Costa Rica. De Costa Rica Aguilera Garramuño regresó a Colombia a estudiar en la Universidad del Valle en Cali. Allí cursó la carrera de Filosofía, mientras se dedicaba al atletismo como corredor de fondo, e inició su carrera de escritor.
Breve historia de todas las cosas apareció publicada en Ediciones La Flor en Buenos Aires en 1975 y fue elogiada de forma entusiasta por críticos de la talla de John Brushwood, Seymour Menton, Wolfgang Luchting, Raymond Williams, Germán Vargas, y por gran número de escritores, entre ellos Gustavo Álvarez Gardeazábal y Gabriel García Márquez.
De pronto se sintió desempleado y en la miseria, habitando un cuarto desastroso en el segundo piso del Grill Las Escalinatas, en Cali. Aprovechó la oportunidad para salir del país tras recibir una invitación de la Universidad de Kansas. La versión que explica por qué se dedicó a la literatura es la siguiente: se había entrenado para ganar una carrera importante de diez mil metros planos. Recuerda que su condición física era insuperable, pero ésta nada pudo contra la experiencia de otro corredor, quien administrando sus fuerzas lo dejó ir adelante, para dejarlo atrás en los últimos tramos de la justa. Tras el fracaso, abandonó su carrera atlética y se dedicó por completo a la literatura e inició estudios de violín, que lo acompañaron varios años.
Cuando salió para Estados Unidos llevaba unos cuantos cuentos y una novela que había sido comparada con Cien años de soledad, argumentos más que suficientes para hacerle sentir escritor a los 26 años de edad. Pasó dos años académicos en Lawrence, Kansas. La experiencia de Kansas le dio material para su novela Mujeres amadas. De Lawrence salió para Monterrey.
La experiencia en Monterrey le dio el material para su tercera novela, Paraísos hostiles. Como no tenía nada de dinero al llegar a Monterrey, se encontró viviendo en una novelesca casa de huéspedes que le sirvió como modelo para la dantesca casa de doña Bartola. Mientras vivía en Monterrey, presentó un cuento para el premio que ofrecía la revista La Palabra y el Hombre en Jalapa, Veracruz. Compartió el premio con Sergio Pitol y fue a Jalapa para recibirlo. Allí conoció al rector de la Universidad Veracruzana, Roberto Bravo Garzón, quien le ofreció trabajo. Así que en 1980 se mudó a Jalapa con sus pocas pertinencias, entre ellas un VW apodado Alimaña.
Las experiencias de los primeros años en Jalapa se narran en la serie de novelas que ha llamado El libro de la vida: constituido por Las noches de Ventura/Buenabestia, como primer volumen, La pequeña maestra de violín como segundo, La hermosa vida, tercero (hasta ahora publicados) y un cuarto volumen inédito que ha anunciado bajo el título de La plenitud del amor.
El dos de marzo de 1985 contrajo matrimonio con Leticia Luna Varela, natural de Orizaba, Veracruz. Esto ocasionó un cambio radical en su forma de vivir, y aún más el nacimiento de sus dos hijos, Héctor Javier y Sebastián, hechos que le han convertido en un hombre más tranquilo y regular en sus hábitos, aunque siguen su productividad literaria a un paso nada despreciable y su carácter polémico, así como su deportivismo, que a los 58 años lo mantiene activo en el basquetbol.
Aunque el enfoque de sus novelas no ha variado de forma evidente, ha abierto otras posibilidades para sus cuentos. En años recientes ha escrito cuentos infantiles que le hicieron merecedor del Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 1998.
La vida de Garramuño a lo largo de los años ha estado colmada de premios literarios y reconocimientos nacionales e internacionales. Su libro de relatos más conocido, Cuentos para después de hacer el amor lleva a la fecha once ediciones en Colombia, México y España. Su novela más reciente El amor y la muerte, publicada por Alfaguara, ha sido un clamoroso éxito de crítica.
Tal vez la razón por la cual Aguilera Garramuño no sea conocido como un autor de primera línea, con libros disponibles en todas las librerías de habla castellana, se halla en el hecho de que vive en la provincia mexicana, de donde sale poco, particularmente en los años más recientes. En la actualidad está trabajando en una larga novela titulada El sentido de la melancolía, obra que según el autor tiene a la fecha 1111 páginas y en la cual piensa trabajar varios años más.
Hace un par de años lo entreviste para la radio y hoy (relanzando Cosas de mimbre) me pareció pertinente contar con él:
¿Cómo escribís? ¿Pensas en una “obra” a la hora de escribir, o a eso lo ves después?
Cuando me siento a escribir es porque ya he rumiado un tema durante varias semanas. No pienso en el estilo o en la estructura. Todo viene después de que me he sacado la piedra del cuerpo.
Has sido un escritor muy crítico con ciertos cánones literarios, fuiste muchas veces en contra de lo políticamente correcto (en materia literaria), ¿cuál crees que ha sido el costo de semejante autenticidad?
Tengo por principio decir siempre la verdad y no quedarme callado ante la corrupción. Ello me ha granjeado muchos enemigos pero también muchos enemigos. Hay algo que ha fundamentado mis actitudes e incluso mis exabruptos: soy una persona muy seria y disciplinada. Cumplo puntualmente mis deberes en todos mis trabajos y por ello me he ganado el respeto de mi universidad. Además todo lo que he hecho en el campo de la literatura lo he hecho apasionadamente, a fondo y con enorme paciencia. El hecho de que grandes personalidades hayan manifestado respeto por mi trabajo les calla la boca a mis enemigos. De García Márquez a Rubem Fonseca pasando por grandes autoridades de la literatura, han expresado altos conceptos sobre lo que escribo. He recibido bastantes premios y reconocimientos que ni mis perores enemigos pueden soslayar. Así me he ganado una autoridad para poder expresar mis opiniones sin tapujos. A cambio de ello he recibido infinidad de ninguneos y rechazos. En muchos lugares y muchas editoriales mi nombre es proscrito. Lo que no me preocupa: el mundo es grande y si no me quieren en un lugar, en otros cinco me abren las puertas. El resultado es que soy un escritor marginal pero con una obra que no me parece marginal.
¿Cómo te sentiste en Colombia en las últimas visitas?
Cada visita a Colombia me hace sentir más colombiano. Disfruto de todo y también sufro de sus problemas. He pensado en regresar, como decía Donoso, como el león que ya viejo regresa a su cueva. Pero es un plan nebuloso, como otros planes fantasiosos que tengo: irme a vivir al profundo Amazonas y olvidarme de todo. Yo vivo casi como una veleta: voy a donde me lleva el viento. Pienso que en todas partes puedo ser feliz si dispongo de tiempo para escribir, leer y hacer deporte. Tras abandonar el básquet por una lesión ahora soy nadador máster. Hasta el momento he ganado medallas en todas las competencias en las que he participado. No hace mucho nadé cinco kilómetros en mar abierto entre Veracruz e Isla Sacrificios con un grupo de triatlonistas. Tengo una especie de delirio de superhéroe desde que me conozco.
¿Te sentís más colombiano o mexicano?
Me siento colombiano después de 30 años de vivir en México y eso no me lo perdonan muchos mexicanos.
¿Cómo fueron tus encuentros con Gabo?
Bien, muy bien, más o menos y mal. Todo eso lo he contado en mi blog La última vez que lo llamé no quiso hablar conmigo. Tal vez se enojó porque visité su casa con la imaginación, me entrevisté con él y escribí una crónica imaginaria de esa visita. Lo que sí sé es que le gusta lo que escribo y que tiene todos mis libros en un estante especial al lado de los de Mutis.
¿Quienes han sido tus maestros?
En mis primeros años Gabo y Poe, luego Dostoyevski, después Rubem Fonseca, Jorge Amado, Albert Camus, Mann y doscientos mil más.
¿Sos un lector de escritores jóvenes, ¿a quienes ves como referentes en el continente?
Por una especie de vicio leo muchos libros de escritores jóvenes. En este momento no tengo el nombre de uno solo que me haya impresionado como los grandes maestros. Hay varios ingeniosos, inteligentes, pero ninguno deslumbrante, del que sienta que puedo aprender. Bolaño me parece un invento para lectores mediocres.
¿Cómo te llevas con otros géneros, por ejemplo la poesía, ¿has escrito poesía, sos lector?
Leo poesía pero no sistemáticamente. Sólo una vez escribí un poema, pero era un poema utilitario, que buscaba acercarme a una mujer.
¿Abordamos diferente la lectura de un texto según el soporte en que se presenta, leemos igual un blog que un libro, por ejemplo?
No: el blog es apenas un aperitivo, una vitrina al mundo. Los libros son insustituibles. Sin embargo ahora he hallado una forma de disfrutarlos sin gastarme los ojos. Los escucho capítulo a capítulo cuando apago la luz por medio de audiolibros que están disponibles en la red.
¿Qué opinión te merece la literatura al estilo código Da Vinci?
No leo eso ni nada parecido. Me parecen libros para pendejos que quieren pasar por cultos.
¿Cómo ves el futuro del libro de papel?
Seguirán siendo el refugio de una especie de secta, como dijo no sé quién. Creo que la tecnología los superará como se superaron los casettes, los disquetes, los long plays.
¿Qué requisitos debe reunir un libro para volverte loco?
Que me obsesione y me obligue a leerlo lo más pronto posible, que tenga un estilo fluido, feliz y brillante como un curso de agua en un prado, que me diga algo que nadie ha dicho.
¿Qué es un buen escritor? ¿Y uno malo?
Un buen escritor es el que lo apuesta todo en cada libro. Un mal escritor no es ni siquiera escritor, es un farsante o un ingenuo.
¿Que opinás de los premios literarios, de los grandes y los pequeños, vale la pena concursar, qué consejos podés dar?
Me gustan mucho los premios porque dan dinero. Y el dinero me gusta. Me gustan también porque con algunos premios uno puede dar brincos para salvar las penurias de buscar editoriales. A mí me han dado bastantes y no me arrepiento de ello.
¿Que aprendiste de los talleres que dictaste?
Lo que me gusta de los talleres es acercarme a la gente joven, descubrir talentos y ayudarlos. Varios de mis pupilos hoy son escritores de respeto.
¿Que consejos básicos darías a escritores que recién se inician?
Que se opongan a todo, que peleen con todo el mundo, que lean como desesperados, que crean en sí mismos más que en Dios y que escriban. A escribir se aprende escribiendo.
Saliste de Colombia, ya formado y con un título universitario, viviste en Costa Rica e hiciste tu maestría en los EUA, pero te quedaste a vivir en México, ¿por qué México, por qué Jalapa?
Vine a México siguiendo a una mujer con la que tenía planes de casarme. Me instalé en Monterrey y allí hice los preparativos para casarme. Di clases de traducción en la Facultad de Idiomas de la Universidad de Nuevo León, fundé con Miguel Covarrubias y otros amigos. Descubrí que la mujer con la que quería casarme no era lo que yo creía y ella descubrió que yo no cabía en su mundo de rituales sociales. Recibí un premio de la Universidad Veracruzana que compartí con Sergio Pitol en 1979. El rector me invitó a trabajar. Me vine a vivir a Xalapa, aquí me casé, trabajé en la Radio Universitaria y ahora son académico y lector de la Editorial de la Universidad Veracruzana.
¿Conociste a Bolaño?, ¿cómo habría sido la relación entre este par de huraños, vos y él?
No conocí a Bolaño. Me parece un escritor sobrevaluado. No pude terminar Los detectives salvajes. Los cuentos de Putas asesinas son infames. Dos libros pésimos me bastan para descalificarlo de por vida. He escrito sobre este tema en mi blog y en la revista Siempre!
¿Veremos algún día a Marco Tulio haciendo ese gran fichaje para Alfaguara, Herralde, Planeta et al.?
Ya estuve en Alfaguara incluso tres veces: con El amor y la muerte, que fue finalista en el Premio Alfaguara; en Punto de Lectura, con Cuentos para después de hacer el amor y en Alfaguara Infantil, con El pollo que no quiso ser gallo, del que llevamos 30 000 ejemplares vendidos. Me peleé con Alfaguara a partir del Premio que le dieron a Poniatowska y no a mí. Dije que el concurso estaba arreglado y que lo que primaba era la comercialización por encima de la calidad. Por otra parte, a medida que me hago viejo, encuentro que publicar en editoriales independientes más hace más feliz: los libros permanacen.
(Cosas de mimbre, 2011)