sábado, 6 de septiembre de 2025

¿La nueva Argentina?




Argentina ha conseguido un sueño fuertemente atado a una polarización que nos atraviesa a todos: la egolatría y el sentimiento de inferioridad. ¿Qué piensan de nosotros los argentinos afuera? Es una de las preguntas más recurrentes. ¿Qué piensa de la argentina? Es la que se le hace -desde que soy niño- a un extranjero famoso que nos visita. Egolatría y sentimiento de inferioridad. “No vas a comparar con Estados Unidos”, “En Europa esto no pasa”, “Y… somos el tercer mundo, hermano” son los clichés resignados más populares. Cuando nos ofenden, sacamos nuestros premios noveles, nuestros inventos, nuestra hermandad, nuestros científicos, nuestros escritores, nuestro fútbol. Cuando perdemos, somos los peores del mundo, nadie habrá como Maradona. Es decir, nos atamos a la vez que fuimos felices, como un duelo mal hecho. Cuando ganamos, creemos que el mundo se interesa por nosotros.

La concreción de esta desesperada búsqueda de equilibrio polar fue posible en lo único que creemos ser buenos y es capaz de unir de verdad a todos los ciudadanos en un país lleno de grietas de todo tipo, desde políticas hasta deportivas: el campeonato mundial de fútbol ganado, principalmente como deuda pendiente, por Lionel Messi.

¿Este hito pone fin a la discusión sobre quién es el mejor jugador del mundo de todos los tiempos? En argentina no incluimos a extranjeros, aquí -y en muchos lugares del mundo- los exponentes son Diego Maradona o Lionel Messi. Hasta el momento, Maradona era el ganador indiscutido por su épica político-deportiva y por haberse hecho con una copa del mundo, cosa que Messi no había conseguido. El poder de Diego se agigantó con su muerte, pero también fue cancelado en varios ámbitos por su comportamiento hacia las mujeres y niñas; más allá de los antiguos odios despertados en sectores políticos de ultraderecha y derecha, y de magnates de las corporaciones deportivas.

La respuesta a la pregunta que abre el párrafo anterior es sí. Un argumento ante la inminente caída de Diego como número uno era que no se pueden comparar las épocas, el fútbol que se jugaba en cada una y la épica del anterior 10, convirtiéndole a Inglaterra post guerra de Malvinas y enfrentándose con la FIFA y el capitalismo. Messi no tiene nada de eso, a nadie importó, siquiera, el apoyo al jugador iraní condenado a muerte por participar de una marcha feminista en el país musulmán. Por lo demás, Messi tiene, futbolísticamente, todo lo de Diego y más. No es sólo efectivo o una máquina de hacer goles, lo vimos en jugadas igual o más virtuosas e increíbles que las de Diego y en un momento del fútbol más igualitario, donde un equipo de segundo orden puede marcar mejor que cualquier defensa de los años ochenta o noventa. Maradona se mantiene en pie por lo ya dicho, y porque llevó a la gloria al equipo más popular del país, Boca Juniors y, por sobre todas las cosas, hasta el advenimiento de Messi, nadie le pisaba los talones. Messi ya se consagró, Messi lo igualó, y lo superó.

Ahora, ampliando el territorio exploratorio hacia las preguntas sociológicas, es bueno preguntarnos si se viene una mejor Argentina. Cuando digo “mejor” me refiero a una que no simbolice en el fútbol y defienda como constitutivo del ser nacional a la viveza criolla, una especie de entidad ventajera o tramposa que logra los resultados buscados porque “somos mejores que cualquier otra nacionalidad hasta para hacer bien las trampas”. Y es que los dos campeonatos del mundo ganados antes de este, están teñidos de sangre, dinero o argentinismo del peor. En el de 1978, no sólo la dictadura militar torturaba gente a pocas cuadras de los estadios festejando los goles, sino que se pagó una coima a Perú para que se dejara hacer los seis goles que Argentina necesitaba para seguir en carrera. En 1986, Maradona hizo lo que fue el mejor gol de todos los tiempos hasta que Messi hizo uno muy parecido, frente a mejores rivales, pero en un partido de poca trascendencia. El del 86 también fue el mundial en donde Maradona logró que argentina siguiera en pie gracias a la viveza criolla tan festejada, el famoso gol con la mano: “porque es contra los ingleses, que nos robaron Malvinas”, una especie de “quien le roba a un ladrón…”

El flamante campeonato mundial de Messi y los pibes fue durísimo, hubo que ganarlo a puro talento y lucha igualitaria con equipos fortísimos como lo es hoy cualquiera; y hubo de hacerlo sin apelar a trampas y reponiéndose de las adversidades con buen juego. Como siempre, en Argentina las calles se llenaron de gente, siendo su capital la más explosiva con cinco millones de personas coreando trepados al obelisco y a cuanto poste de alumbrado resistiera. En unas horas, hoy, el día de mi cumpleaños 45, una caravana paseará a los campeones por las calles, se decretó el feriado nacional, es un día de festejo. ¿Qué pasará después? ¿Se acabará el reinado de Maradona, el de la trampa, la burla, la pedantería y el quién la tiene más grande? ¿Se reemplazará la genialidad épica por un reinado mesiánico de humildad, respeto y genialidad -aunque descafeinada- en un mundo futbolístico cada vez más insípido?

Yo creo que no, si miramos el comportamiento de ese chico con problemas -aunque uno de los mejores arqueros del mundo- Emiliano Martínez, y de muchos de sus compañeros, más la hinchada, está claro que no. No comienza una nueva argentina, simplemente cambia el Rey. Ahora se llama Lionel. Sin embargo, el suyo, me parece un modelo mucho más sano que el que yo tuve de niño, bajo una mesa, mirando de reojo hacia el televisor y escuchando los gritos de mis padres en la mesa de los amigos desaforados por un manotazo tramposo de un gordito argentino que parecía devolvernos las Malvinas. Ese modelo de argentino me construyó, y en tiempos de deconstrucción, quizá haya que sacrificar un poco de épica en pos de salud mental.

Egolatría y sentimiento de inferioridad. Quizá sea hora de pensarnos a fondo, o, mejor aún, dejar de pensarnos tanto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario