De lo más alto del árbol de la placita se ve el barrio. En la casilla del teléfono hay un viejo con un montón de papeles en las manos, y de a ratos putea. El Paco quiere escribir la historia de un teléfono diabólico.
—¿Y cómo?
—El teléfono suena cuando pasa alguien. Y, si la gente atiende, el teléfono los mata. Les da patada o algo.
—Eso es de una película. ¡Gil!
—¡Qué mierda va a ser de una película!
—¡Qué no! Yo la vi en Canal Doce. Un domingo mi papá movió la antena, y vimos esa película. El teléfono suena, y si la gente atiende les da un ataque y les sale espuma de la boca y se prenden fuego. ¡Qué no! Yo la vi.
—Bueno, ¿entonces qué escribimos?
—No sé…
—Tiene que ser fácil.
—Más vale que es fácil. Es re-fácil. Escribamos el cuento de un chico que hace una nave espacial y se va a otro planeta porque odia a los padres.
—Eso también es una película.
—¿Cuál, gil?
—Una que yo vi.
—Por qué mejor no escribimos cada uno lo que quiere en su casa y listo…
Bajo del árbol y me voy al cortadero a espiar a la vieja Rossetto. Estoy escondido, con la mano en el pantalón, no la veo. Sale por la puerta del patio, me agarra la cara. La miro y no sé qué decirle. Se acerca a la boca y dice:
—Tu primer beso.
Y me lo da.
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