La semana pasada la Caro estaba afónica. Más linda que cualquiera. Me hice el afónico para ser más lindo, pero me mandaron a la Dirección porque no era cierto. Esa noche nos sentamos en el pilarcito de la casa de mi primo. La Caro me iba a pedir que fuéramos novios, pero con la condición de que mi primo se fuera. El sorete no se iba. Le agarré la mano a la Caro y la llevé a la otra cuadra. Hablamos un rato y, cuando nos tapó de tierra el camión de Gerbaudo, nos abrazamos fuerte y sentí los labios en la boca. Los sacó con un ruidito, y dijo:
—¿Es el primer beso?
—No.
Me miró para ver si le decía que era una mentira y después dijo:
—El mío sí. Pero no te voy a dar más, cuando terminen las clases me voy a vivir a Mendiolaza.
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