Acabo de cortar el pasto y descubrí algo que andaba buscando hace mucho, una explicación aún más sencilla -a riesgo de reducirla- de la Teoría de la evolución.
Varias veces, ante mis amigos y parejas, intenté explicarla usando de ejemplo los picos de las aves, o con los clásicos conejos pardos y blancos ante la sequía y la nieve. En general, lo entendían, aunque no lograba que concluyeran cabalmente en el concepto de que no hay una proposición, una intencionalidad en ser el más apto. Y es que si uno ve una adaptación muy evolucionada, parece hecha por algo, o por el propio ser. Es anti-intuitivo pensar que una maravilla está allí por descarte.
Tengo un pequeño patio de luz perfectamente cuadrado. Siempre que corto el pasto, la máquina no alcanza a una plantita que está en un rincón. Ahí la dejo. Hoy tuve que cortarla con tijeras, estaba grande. La planta sobrevivió casi todo el verano. Alguien que piense como mis amigos, me diría algo como: “Claro, la planta supo donde crecer para sobrevivir; por eso es más apta que las demás”. Pues no. Simplemente sobrevivió porque mi máquina no podía cortarla, a diferencia de las demás.
Más o menos así funciona la supervivencia del más apto, no es que tengan intenciones, sino que los seres vivos con mayores capacidades para afrontar las peripecias mortales, sobreviven y son las peculariadades -a veces increíbles- que vemos, y que muchas veces adjudicamos a un diseño inteligente. Creo que voy a usar el ejemplo de la planta la próxima vez que lo explique.
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