Editado por Mardulce en 2012, Ficciones Argentinas, 33 ensayos, es una recopilación de notas críticas de Beatriz Sarlo, publicadas en el suplemento cultural del diario Perfil, que dan cuenta de sus lecturas de operas primas o segundos libros que vieron la luz de 2005 a 2011: esa incierta generación que encontró en los blogs una forma de difundirse y componerse, la cual ameritó antologías, nacimiento de editoriales, experimentos, apuestas estéticas y diálogo con la generación precedente como podía ser el caso de Fogwill o Saer.
La idea del editor que encargó a Sarlo las críticas era comprender la literatura contemporánea de la época, no sólo a los nuevos como Pola Oloixarac, Juan Diego Incardona o Federico Falco, sino a los consagrados como Chejfec, Aira o Marcelo Cohen. La contratapa advierte que la idea no era crear un canon, pero quienes leíamos a los mismos autores en esa época, y veíamos la proliferación de esos nombres en los suplementos, las presentaciones y las gacetillas del exterior, sabíamos que, una vez más, se estaba gestando un canon que tenía a Buenos Aires como único anclaje nacional.
Es cierto que Sarlo ejerce la crítica de manera correcta, sin adjetivos ni buscando validar estéticas. En esta ocasión puso el ojo en la vida de los autores porque la literatura del yo estaba en su cúspide y comenzaba a estar, también, en la mira de los fracotiradores académicos. Lo que no me gustó del trabajo de Sarlo es lo que casi nunca me gusta de los críticos literarios o estudiantes de letras: una sobre interpretación que lleva, a veces, al límite de lo absurdo una simbolización o metáfora ya sea de la forma o figura del material que tiene para analizar, además de no querer dejar nada a su ignorancia, equivocando el modo de sanearlo: parece que la única herramienta es la interpretación, si bien recurre a Google constantemente, hay cosas que el buscador no puede responder. Por ejemplo, en un cuento de Federico Falco, Sarlo ensaya una metáfora una pisca psicoanalítica de lo que en el cuento sólo es un comentario ignorante de unos niños sobre el acto sexual. Exquisita, por cierto, para quienes leemos por placer, cosa que ni se asoma en la forma de leer de Sarlo, según estas críticas.
Por lo demás, se trata de una buena recopilación de lecturas de décadas pasadas, de autores que iniciaban y ya se consagraron. Algunos imprescindibles hoy, otros que no escaparon de las garras de la buena literatura y nada más, y, por supuesto, muchos ausentes.
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