Se reeditó la novela clave del escritor que trabaja limpiando el subte en Buenos Aires. También fue fletero y vendió seguros. Cree que oficio y literatura no son antónimos.
Cuesta encontrar alguna referencia mediática sobre Enrique Ferrari que no lo presente como “el escritor que limpia en el subte”. Después de 15 años de su debut literario, premios en España, Francia, Cuba, y de haber sido traducido al francés y al italiano, se lo muestra como si fuese alguien “elevado” sobre la clase trabajadora gracias a “su hobby”. Si uno busca sus fotos en Google, cientos de ellas lo muestran con el uniforme de trabajo. “No pongan una con el uniforme, por favor”, solicita por WhatsApp a la hora de coordinar la entrevista.
“Sé que esa particularidad que se citó hasta el hartazgo en los medios -comenta- me dio una visibilidad que antes no tenía y eso significa lectores; y yo escribo para que me lean. Haber quedado pegado a la relación entre la literatura y el trabajo me permite decir, cada vez que puedo, que literatura y trabajo no son antónimos: el de escribir también es un oficio”.
Este año Alfaguara reeditó su tercera y quizá más festejada novela: Que desde lejos parecen moscas, un voraz thriller que arrastra al lector con un ritmo frenético y un clima poco frecuente en la novela negra argentina, lo que le valió el premio Silveiro Cañada de la Semana Negra de Gijón a la mejor primera novela negra. “Es un texto al que veo con mucho cariño -dice-, me abrió montones de puertas. Además, pese a que ahora soy un escritor un poco distinto al que la escribió, es un texto que todavía siento muy propio y que creo que quedó redondo”.
Aventura
La historia, ambientada durante la década menemista, comienza con un omnipotente nuevo rico detenido en la autopista después de pinchar el neumático de su flamante BMW. En el baúl encuentra un cadáver irreconocible que, presumiblemente, alguien le plantó. Desde allí, las aventuras volarán a la velocidad de su coche a través de la ciudad de Buenos Aires. Machi, el protagonista, está inspirado en un ex-jefe de tanguería donde Ferrari fue mozo.
La trama funciona también como una venganza de clase a través de la ficción, algo que, frente a la obra de este autor de 45 años, puede leerse como una novela social del siglo 20. “No sé si debe leerse así -aclara Ferrari-. Yo traté de escribir una historia bien negra y bien porteña. En qué casillero entra después es más tarea de los lectores o los críticos que mía”.
-En la historia se cuela el odio de clase como especie de romanticismo en oposición al posmodernismo actual.
-Me siento marxista. Y trabajador. Odio a los explotadores no por una cuestión romántica de justicia, sino por una cuestión objetiva de supervivencia. Mía, de los míos y de la humanidad. Tengo muchos otros odios, también, pero menos intensos.
-Alguna vez te describiste como el Hemingway sudamericano…
-Cuando pibe soñaba con la vida aventurera de, entre otros, Hemingwy, y me daba miedo tener una vida anodina. En ese sentido las cosas salieron bien: hubo poco aburrimiento y muchas historias de bares, peleas, camas, trabajos y viajes.
Ferrari trabajó como fletero, vendió seguros, computadoras primitivas, teléfonos, fue repartidor en una panadería, cargó y descargó paragolpes en un taller de cromado y atendió un call center, entre otros trabajos, algunos en Estados Unidos.
“Mi vida en Estados Unidos –cuenta–, fue la de un inmigrante ilegal: mucho trabajo, mucha nostalgia, algo de deslumbramiento por la multiplicidad de culturas con las que te vas cruzando. Viví allá poco menos de cuatro años y volví deportado. Es allá donde pensé, empecé y terminé mi primera novela. De alguna manera fue el lugar donde, en una suerte de fuga hacia adelante, tomé la decisión de dedicarme a este oficio.
-¿Cómo ves la actualidad del género negro en nuestro país?
-Vivo y potenciado, sobre todo entre los autores que están tratando de ensanchar los límites del género. Hay una generación pensando la literatura negra en términos amplios: una hipótesis de lectura y una actitud ante el lenguaje. Tipos con más recorrido como Mariano Quiroz, Leonardo Oyola o Carlos Busqued, pero también pienso en Juan Mattio o Nicolás Ferraro, por ejemplo.
-Una vez descubriste a un pasajero del subte leyendo tu libro. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Rara. Lo miré con la tranquilidad de no ser descubierto (el libro no tenía una foto mía) y el nerviosismo de tratar de adivinar sus reacciones ante el texto. Prefiero que me lean en otro lado, lejos de donde estoy.
Carlos Barbarito nació en Pergamino, Argentina, el 6 de febrero de 1955. Su obra comprende libros de poesía y de crítica de artes plásticas. En el primero de los géneros citados, publicó: Poesía quebrada; Caballos y otros poemas; Parte de entrañas; El peso de los días y Piedra encerrada en piedra, entre otros.
Barbarito es Premio Fundación Alejandro González Gattone, Premio Fondo Nacional de las Artes, Gran Premio Libertad, Premio Francisco López Merino, Premio Hespérides y Mención Plural de México, Premio Iparagirre Saria 2005, España, para citar solo algunos.
Sus textos sobre arte y literatura y su obra poética están traducidos, en parte, al inglés (por Brian Cole, Héctor Ranea, Stefan Beyst, y Ricardo Nirenberg), al francés (por Chantal Enright, Jean Dif, Frie Flammend y Elina Kohen), al portugués (por Andréa Santos , Andréa Ponte Ana María Rodriguez González, Rudolph Link y Alberto Augusto Miranda) y al holandés (por Stefan Beyst).
Es miembro del Consejo Editorial de la revista Matérika de San José de Costa Rica e integra el staff de http://www.losnoveles.net/
Quise trasladarle las preguntas del cuestionario de mimbre gracias al contactó que propició una antología de microficción que está a punto de salir y nos incluye, entre otros 98 autores de distintos países. Barbarito no se hizo esperar y contestó a las pocas horas.
¿Es verdad que la poesía está subvalorada con respecto a otros géneros? La cuestión es quien establece la escala de valores. Y en el negocio editorial es el mercado, si no no sería un negocio. Se publica, salvo excepciones, prosa y dentro de la prosa, novela y libros de autoayuda, biografìas no autorizadas. Un poeta, Guillermo Boido, dice que la poesía no se vende porque no se vende. Los poetas, los que escribimos poesía, somos seres humanos, no abstracciones, y hacemos lo que podemos, nos equivocamos, cometemos torpezas, nos contradecimos. Un poeta actúa a través de las grietas, de los intersticios, no porque lo quiera, porque está obligado a hacerlo. Generalmente, y al decir generalmente me expreso con suavidad, fracasa. Fracasamos. La única estética posible es la del fracaso, dice Cocteau. Y dice Keith Jarrett, frase que le gusta repetir al poeta y pintor Alejandro Puga, no hago lo que quiero, hago lo que puedo. A veces siento que hay un elefante enfrente y yo dispongo de una cerbatana. La cerbatana es mi poesía. Disparo contra esa masa de carne endurecida por los siglos. En la Biblia se lee: Dura cosa es dar coces contra el aguijón.
¿La poesía se ha elevado demasiado en su forma o son los lectores los que han descendido?En los setenta se acostumbraba a decir que el arte debía bajar al pueblo. Yo me imaginaba al arte como una especie de satélite en órbita alrededor de la tierra que debía ser atraído mediante artes magnéticas. Una nave construida por alienígenas o por ciertos elegidos que miran al mundo desde arriba a través de las ventanillas. Hago poesía. Desde hace más de treinta y cinco años. No provengo de Marte y mi padre es telegrafista jubilado, mi madre ama de casa. Trabajo durante horas en una biblioteca. De elegido nada. Además, ¿quién se supone es el elector y bajo qué parámetros actúa? ¿La Academia de Letras, el mercado, alguna sociedad de escritores, un partido político? Un escritor es el resultado de experiencias y lecturas, de azares y elecciones, de dolores, insomnios y malentendidos. Hay ocasiones en las que pienso que debí ser ferretero o jardinero, no esto. En otras, bendigo mi oficio o arte. Ya lo dijo Cortázar hace años, la preocupación no es por los escritores, es por los lectores, sobre todo los jóvenes cercados y envilecidosen masa, empujados al peor de los mundos.
¿Qué es un buen lector? ¿Un buen lector? No soy yo. Soy un asistemático, anárquico, desesperado devorador de libros. Leo a los saltos, de atrás para adelante.
¿Qué opinión te merece la literatura al estilo Codigo Da Vinci; o la ficción con frágiles pretensiones de no-ficción? Amo lo suficiente a Leonardo como para prestarle alguna atención a ese libro. Sí, es ficción pero vendida como si se tratase de una especie de verdad revelada. Y en ello radica la vileza.
¿Qué es un buen escritor, y uno malo?
Supongo que el buen escritor es quien escribe literatura auténtica, en el sentido de auténtico como cosa que puede sostenerse en sí misma, sin necesidad de algo exterior (escándalos, relaciones públicas o premios más o menos serios).
¿Abordamos diferente la lectura de texto según el soporte donde se ha publicado, por ejemplo, leemos igual un blog que un libro?
Sí, supongo que sí. No es lo mismo una pantalla que el papel. Lo extraño es que casi nunca escribí un poema a mano. Primero a máquina y luego en la computadora. Tal vez sea porque me permite tener una idea de la disposición que tendrá el poema cuando esté impreso. O, también, una velada forma de locura.
¿Hacía dónde va llevar Internet a la literatura?No lo sé, no soy futurólogo. Eso del vate, el poeta como vaticinador, como profeta es un mito. Otro más.
¿Qué pasará con los libros de papel en unos años, cuando se instale en el mercado la hoja digital? La misma pregunta se la hicieron los que usaban papiro o pergamino cuando llegó el papel. Aunque, claro, el salto ahora es inmenso. A veces pienso que los libros serán un objeto de museo, otras veces los siento capaces de dar batalla y vencer. ¿Y si hubiese una vía media, el papel y lo digital compatiendo espacios en la cultura, cada una con su especifidad y alcances?
La cultura de la imagen cada vez gana mayor terreno, sin ir más lejos, muchos chatean con dibujitos en vez de escribir las palabras. ¿Cuál es el valor de la palabra como “símbolo” u “objeto”? ¿Hacia dónde avanza o retrocede la comunicación con palabras? La comunicación es un fenómeno dinámico, cambiante, vital. Se mueve en muchas direcciones. Mal que le pese a la Real Academia, las palabras no se quedan quietas y obedientes en el diccionario. La cultura de la imagen no es un hecho nuevo, pensemos en las cavernas de Altamira o en los frescos de Pompeya, algunos pintados para solaz de ciertos erotómanos. Claro, asistimos a cambios profundos, radicales y ante ello tenemos más dudas que certezas.
¿Qué pensás de los talleres literarios? ¿Y de la edición de los textos?Nunca asistí a ninguno. Tuve algunos a mi cargo para algún dinero extra. Fracasé. O no, algunos amigos provienen de aquellos días. Me perdonaron, incluso hasta algunos me quieren.
¿Qué es “volverse loco” con un libro?Es cien veces mejor volverse loco por una mujer. Ahora, libros que me produjeron un tremendo impacto son varios, pero hay tres que puedo nombrar sin equivocarme al respecto: El ombligo de los limbos de Artaud, Una temporada en el infierno de Rimbaud y Viaje al centro de la tierra de Julio Verne, mi otro padre. Agrego uno más, Alicia en el País de las Maravillas de Carroll.
¿Qué requisitos debe reunir un libro para “volverte loco”?Lo respondí antes, es preferible para volverse loco una mujer que un libro. Un libro puede traer noticias de costas lejanas, de amplios y luminosos océanos, de fuentes de remotos Nilos, de animales prodigiosos, incluso de sueños, relámpagos, máquinas y teatros. Pero, ¿cómo superar la imagen de una mujer atravesando un puente, ante un espejo y vista de espaldas, o dejándose alumbrar por la luz de la luna mientras anda por una playa? (fotografía de Karina Barg http://www.karinabarg.com.ar) Sitio oficial, multilingüe Blog de Carlos Barbarito
Una práctica común en el arte consiste en escoger un mito griego y ponerlo a andar con elementos de la actualidad, o en algún tiempo histórico que mejor combine con los intereses retóricos o artísticos del autor. Suele hacerse para re significar al mito, o por lo menos, actualizarlo a los usos. Pero del simple recurso a una novela excelente como 1982, hay un trecho que sólo puede sortear un autor como Olguín, y pocos más.
El mito escogido es el de Fedra, la princesa cretense, hija de Minos y de Pasífae, y hermana de Ariadna. Fue raptada por Teseo, tras abandonar este a Ariadna, para casarse con ella. Olguín incorpora algunos cambios a la historia y la trae a la Argentina del año que da título a la novela. Su protagonista, Pedro, tiene diecinueve años, vive en Buenos Aires, estudia Letras y es hijo del teniente coronel Augusto Vidal (a punto de convertirse en héroe en Malvinas). Fátima es la segunda mujer del militar, de quien Pedro se enamora. A partir de ese momento se desatará la tragedia.
Sólo hacen falta dos o tres pequeñas acciones en la vida cotidiana (un llamado telefónico, un beso, subir a un colectivo) para que toda la estructura de una familia se vea obligada a ceder ante la monstruosidad. A medida que la historia avanza, el clima de la narración mutará del hiperrealismo a un inquietante surrealismo para escapar de lo previsible. El desenlace de la historia es grotesco como puede serlo un lobo marino cayendo por unas filosas escaleras de metal.
Si bien no es una novela sobre Malvinas, las noticias que llegan desde las islas a la casa de los protagonistas son la música de fondo, con dramatismo expectante, que magnifica los sonidos de los discos de rock nacional que suenan en las escenas; también el de la playa y los colores de la madrugada, cuando Pedro se gana la vida como aprendiz de pescador, más interesado por la belleza del amor que por el derrotero de su familia. Ese escenario es la ciudad de Mar de Ajó, a la cual gracias al estilo de la prosa, no hace falta haber visitado para recordar sus aromas, su idiosincrasia demodé, y su argentinidad transfigurada, como lo fue la guerra, como lo fue la junta militar en su debacle.
Sergio Olguín, nacido en Buenos Aires en 1967, es recordado entre otras obras por Springfield (Norma, 2007) novela trascendental que fue traducidas al francés, alemán e italiano. En 1982, su novena, nos narra una oscura historia de amor donde la represión estatal se volverá doméstica, donde la realidad homogénea del país bajo el régimen militar se resquebraja, y en sus primera grietas se puede volver a buscar una identidad, a pensar y a amar, aunque el precio a pagar por la libertad y la felicidad sea, paradójicamente, perderlas. Como en toda tragedia griega (o argentina) lo construido desde la valentía y la revelación; terminará en un duro golpe sin vuelta atrás.
La primera entrevista que le hice a Marcelo Luján, 2008.
¿Todavía encarás la página en blanco con ganas? El día que eso no ocurra, me refiero a las ganas, algo muy malo estará pasándome.
¿Qué opinión te merece la literatura al estilo “Codigo Da Vinci”; o sea, la ficción con frágiles pretenciones de no-ficción? Tiene su público. Como autor le tengo demasiado respeto a quien se pone a escribir, siempre y más allá de los géneros y de la retórica y de los mamarrachos. (Juan José) Saer hablaba de ‘La narración-objeto’, colocando al creador en una situación de obligatoriedad y desamparo. No lo sé. Como lector, desde luego, la aborrezco (no la considero literatura, sinceramente).
La cultura de la imagen cada vez gana mayor terreno, sin ir más lejos, muchos chatean con dibujitos en vez de escribir las palabras. ¿Cuál es el valor de la palabra como “objeto”? ¿Qué sucede en caso de ser reemplazada por imágenes? ¿Hacia dónde avanza o retrocede la comunicación con palabras? Me parece que el problema no radica en el reemplazo en sí mismo. La utilización de símbolos o el abuso de la abreviatura son, en primera instancia, el resultado de una multitud enloquecida que ha modificado todas las relaciones sociales. Los viejos porque no se enteran y los jóvenes porque caminan hacia el analfabetismo como moda. Somos partícipes de una sociedad que ya no se detiene en la belleza de las palabras sino que lleva prisas (muchas) por comprarse el último modelo de teléfono móvil. Los índices de lectura bajan año a año. No podemos esperar otra cosa A lo que llamás ‘cultura de la imagen’ lo considero un retroceso.
A simple vista, el género de microficción parece encajar por completo en esta nueva forma de difusión que son los blogs. ¿Cómo maneja el mercado editorial a este tipo de literatura? ¿Y qué lugar tiene en las letras contemporáneas españolas? Como todo género breve, el mercado editorial tiende a rechazarlo. Los blogs (y otros mecanismos de auto-publicación), algo ajenos a la histeria del mercado, son más benevolentes. Personalmente creo que Internet prefiere lo rápido, la velocidad del ojo, el golpe mal dado. Un texto extenso, en general, es poco aceptable por la comunidad internauta.
¿Abordamos diferente la lectura de texto según el soporte donde se ha publicado, por ejemplo, leemos igual un blog que un libro?No, en absoluto. Somos mucho más respetuosos con el libro, nos fiamos más. Un blog es gratis, cualquiera puede colgar subir gritar lo que le dé la gana y en tres minutos, no hay filtro alguno y eso el lector lo sabe.
¿Hacía dónde va a llevar Internet a la literatura? Internet vale para todo. Esperemos que la literatura (y sus vástagos) sepa aprovecharse. Y no me refiero a la digitalización de la prosa sino, más bien, al apoyo logístico.
¿Qué pasará con los libros de papel en unos años, cuando se instale en el mercado la hoja digital? Lo hoja digital ya se instaló y ya fracasó: el libro como objeto fue el vencedor de la primera gran batalla. Por supuesto que vendrán nuevos ejércitos con nuevas y escandalosas armas. La idea de que mi biblioteca (o la tuya o la de mi barrio) quede reducida a un pequeño espacio dentro de un pequeñísimo disco duro, me hace llorar.
¿Qué pensás de los talleres literarios? ¿Y de la edición de los textos?Coordino talleres literarios, me gusta hacerlo: me gusta ver cómo la gente intenta acercarse a la creación literaria. Hay una entrevista publicada en la que hablo puntualmente de este tema. Con respecto a la edición de los textos (si te referís a los generados en los talleres) creo que es peligroso adelantarse porque puede traer consecuencias fatales. Es como si hicieras debutar en primera a un futbolista juvenil de sexta: podés arruinarle la carrera. La madurez es la llave.
¿Qué es un buen lector?Un buen verdugo.
¿Qué es un buen escritor, y uno malo? Me temo que casi todo pasa por el compromiso. Después viene el talento.
¿Qué requisitos debe reunir un libro para “volverte loco”? Que mi vida, quiero decir mi visión de la literatura y del mundo, sea diferente después de haberlo acabado.
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Marcelo Luján nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en junio de 1973. Es periodista y narrador. Coordina talleres de creación literaria en Madrid, donde reside desde 2001.
Ha publicado Flores para Irene (cuentos, Premio Santa Cruz de Tenerife 2003), En algún cielo (cuentos, Premio Ciudad de Alcalá de Narrativa 2006), y El desvío (cuento Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián 2007). Además de una decena de relatos en diferentes antologías de varios países, donde se destaca «El Fungible, especial 2006», publicado ese mismo año por Punto de Lectura.
Su primera novela fue finalista del XXVII Premio Felipe Trigo, del I Premio L’H Confidencial y obtuvo la segunda mención del Premio Clarín 2005, donde se presentaron 1367 originales y cuyo Jurado estuvo conformado por José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano Rawson.
El desvío (cuento de género fantástico) ha sido seleccionado en noviembre de 2007 para la Campaña de Fomento de la Lectura y el Uso del Transporte Público en la Ciudad de San Sebastián.
Es autor de la Agencia Literaria Claudia Bernaldo de Quirós.
Estamos en la casa de la Clarisa, cumple los doce. Todos los chicos usan perfume menos yo. Las chicas mastican chicles, tienen rico aliento y se ríen. El living parece el boliche. Hay una pelota de espejos, y la madre nos sirve Coca-cola y después se va. Nos deja solos. Bailamos. A la tarde sacaron los muebles del living y pusieron estos bancos de cemento del patio. Al frente se sientan ellas y nosotros de este lado. De a ratos bailamos Marcha. Es la música del boliche. El Paco me enseñó a bailar: sacás un pie al lado, lo ponés de nuevo al medio y hacés lo mismo con el otro. Es re-fácil. Los que tenemos el pelo un poco largo nos hicimos un bucle atrás. El Paco lo tiene mucho más largo que yo, en el colegio se la quieren cortar. Pero no les hace caso, total en un mes terminamos y listo.
Yo no quería venir a la americana, no me invitaron, pero el Paco me hinchó las bolas y ya estamos acá, de colados. El único pantalón que encontré es este Adidas de gimnasia gastado lleno de bolitas de tela. Traje dos bolsas de chizitos y una Fanta, como disimulando que me colé. Estoy aburrido, no veo la hora de que pongan algo en la pantalla gigante esa. Nunca vi algo en una pantalla gigante. Está buenísima.
Hoy fuimos a espiar a la vieja Rossetto. Hacía mucho que no la encontrábamos en la despensa, ni andando por la calle en la bici. Resulta que tiene panza. La preñaron, como dice el Paco.
—Por ahí cuando la vieja te dio el beso —me dijo el Paco—, ya tenía el bebé adentro, no sé.
No bailo más, pienso muchas cosas. Pienso en eso y en la Caro, que se va a ir después del colegio. También pienso cómo le pido a mi papá la computadora: sale mucha plata, como veinte veces lo que gana por mes.
El Paco quiere bailar, pero no quiero. La Marcha es muy aburrida, siempre lo mismo, no como la Lambada. Además las chicas tienen pantalones y algunas usan corpiño. Si las mirás bien, peinadas y con los ojos y los labios pintados, parecen la Marina Rossetto. Se hacen las grandes. El Pelusa viene y quiere mandarse por los pasillos de la casa y subir al primer piso a ver si encontramos el pool. Le digo que no tengo ganas de hacer nada.
—¿Sabías que el Paco se pajea y saca agüitarroz? —me dice.
—¿Qué?
—Los otros días nos hicimos la paja con el Paco, y empezó a gritar y le saltó leche por el pito. Pero dijo que era agüitarroz. Es lo que sale antes de la leche. Si vos seguís, después sacás la leche.
—A mí me dijeron que el Paco se culió a una, pero es mentira.
—Sí, el Paco a veces las clava…
La madre de la Clarisa trae la bandeja con los panchos y nos da uno a cada uno. La Clari prende la pantalla y pone en la video un casete de bloopers. Todos se rien. Como un pancho y me cago de risa del video de un viejo que corre para abrazar al nieto, resbala en el hielo y se cae, después patina y lo levanta por el aire al nieto. El pibito cae de cabeza y el viejo sigue patinando y pega contra una puerta de vidrio y se agarra la cabeza de dolor.
Los de la mañana vienen del patio y nos morimos de risa con los bloopers. Terminé el pancho y voy al baño, tomé mucha Coca. Vuelvo, no hay más bloopers, bailan de nuevo. El Paco revuelve un cajón donde hay muchos casetes de videos del padre de la Clarisa.
—Mirá —dice.
No alcanzo a ver.
—Los Bee Gees —me dice. Y lo pone.
Miramos. Nunca vi un video de los Bee Gees. El Paco se ríe. Los Bee Gees bailan, y el Pelusa también se ríe y dice:
—¡Son todos putos, éstos! ¡Mirá cómo bailan, y la ropa!
No les doy bola, en la pantalla el Bee Gees que antes creía que era mi papá, tiene la camisa abierta, el pecho lleno de pelos y canta finito, bailando con un pantalón que le aprieta los huevos. El Paco y el Pelusa me empiezan a pegar tincazos en la oreja y dicen ahí está tu viejo, mirá, mirá. Los odio a los culiados estos, me voy.
Afuera la Caro está hablando con el Lucas en el pilarcito y ni saludan. Me subo a la bici y me vuelvo al mango a mi casa.
El biólogo y divulgador argentino Diego Golombek acaba de publicar Las neuronas de Dios, una serie de explicaciones científicas sobre por qué creemos en dioses y lo sobrenatural.
Dios no existe, lo sabe cualquiera que lea sobre historia de la humanidad. Pero que no existan los dioses en los que creen las religiones no parece importar mucho a los creyentes inclusive abrumándolos de evidencias. El mundo mantiene la fe y los rituales, comunicaciones con seres llamados sobrenaturales y sobre todo creyendo en lo que le venga en gana porque, según los estudios, es inevitable y en algunos casos beneficioso.
Diego Golombek es Doctor en Biología, dirige un laboratorio especializado en cronobiología y es investigador principal del Conicet en la Argentina. Recibió el Premio IgNobel por un estudio que incluía Viagra, hamsters y Jet lag. Como divulgador produjo ciclos de televisión (entre ellos TED Río de la Plata) y dirige Ciencia que Ladra, una de las mejores colecciones de libros en español sobre ciencia para el gran público.
No es un dato menor decir que Golombek es ateo, más que nunca ahora que acaba de publicar Las Neuronas de Dios, una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel. Un ateo sugiriendo la existencia de Dios es algo digno de leerse, y conocer. Hablé con él para esclarecer un poco la aparente contradicción. Y sí, sobre drogas también hablamos.
¿Por qué después de tanto peso en su contra, siguen existiendo creencias, religiones y pseudociencias?
Por un lado, no cabe duda de que presentan cierta comodidad, al brindar respuestas que en cierta forma nos dejan tranquilos. En el caso de las religiones, son una forma de organización social de las creencias que está claro que brindan un número de ventajas comunitarias, de solidaridad, de un código ético común y de cierta unidad en pos de un objetivo común. Por su parte, las creencias en lo sobrenatural probablemente sean innatas y, más allá de todas las modificaciones culturales que se les puedan imponer, parecen estar con nosotros para quedarse.
El sustento de esta respuesta se detalla en el libro. Un resumen posible indicaría que alrededor del 55% de la variabilidad en las actitudes religiosas tiene origen genético hereditario, según los estudios en gemelos idénticos. Dean Hamer presentó al gen VMAT2 como el responsable y relacionado con la actividad de los neurotransmisores serotonina, noradrenalina y dopamina; reinas de los bajones, las manías, la euforia, el placer, la recompensa y otras cosas chulas de las que hablamos más adelante y se relacionan con sensaciones sobrenaturales. Pero un sujeto no sólo es lo que hereda, sino que se desarrolla mayoritariamente con la predisposición a que la herencia se active con un ambiente adecuado. En este caso puntual, el 84% de los niños predispuestos a la religión, con algún detonante ambiental, se sumarán de adultos a una de las diezmil religiones existentes, cada una de ellas subdivididas en muchas otras.
¿Ciencia y Religión son irreconciliables?
En la superficie no, es posible profesar ambas alegremente. Incluso pueden mirarse con cierta simpatía; en particular la ciencia puede intentar dar explicaciones de algunos fenómenos religiosos. Pero si escarbamos en profundidad, no hay reconciliación posible ya que cada una parte de bases completamente opuestas: la religión se basa en la fe y la ciencia en la evidencia.
¿Por qué crees que cuesta tanto incorporar el pensamiento científico en todas las esferas sociales, inclusive en algunas Universidades?
El pensamiento científico exige un esfuerzo al cual la educación no nos tiene muy acostumbrados; a ser racionales, a no confiar en el principio de autoridad ni en los milagros o supersticiones. Mientras que las religiones ofrecen certezas, la ciencia propone más y más preguntas. Es un combate bastante desigual…
Drogas
“He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por Dios”. Esta frase vendría bien para cualquiera de nosotros con amigos pachecos o pasados de sustancias que después de un viaje les pega el rollo religioso. Para seguir parafraseando al genial poema Aullido de Allen Ginsberg, diríamos “Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo Él y vieron ángeles Mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados”. ¿Quién no tuvo un viajecito de esos alguna vez? El propio William Burroughs le escribió a Allen Ginsberg que se trataba de la droga más poderosa que haya experimentado. Hasta el Doctor Golombek quiso saber de qué se trataba:
Probaste Ayahuasca ¿Cómo actúa?
La ayahuasca, al igual que el Peyote, interfiere con el sistema de neurotransmisión de serotonina, entre otros, y es un potente alucinógeno. Como suele ser utilizada en rituales con cantos e imágenes devocionales, es común que quienes la prueben experimenten sensaciones de corte místico o espiritual.
¿La Ketamina?
La ketamina es un anestésico de tipo disociativo que actúa sobre otros neurotransmisores cerebrales como el glutamato. La disociación se refiere a la percepción interna, que deja de estar de acuerdo con lo que sucede en el exterior y puede dar lugar a distintos tipos de experiencias.
Experiencias fuera del cuerpo, por ejemplo. Dios le habló a muchos ilustres de la historia y los mitos. A Pablo y Juana la loca, por citar dos casos bien conocidos. ¿Qué tenían en común? Según puede deducirse de los textos, la mayoría de estas personas sufría, o podría haber sufrido, tipos de epilepsia y enfermedades mentales. Los relatos de los enfermos actuales son casi idénticos y si se escarba un poco en quienes viven teniendo visiones o experimentando lo sobrenatural, ya sea utilizando drogas o no, nos encontraremos seguro con un cerebro de características muy similares en su funcionamiento.
¿Por qué es recurrente el misticismo en enfermedades como la epilepsia o esquizofrenia?
Si asumimos que las creencias sobrenaturales están “cableadas” en el cerebro, entonces la exageración de la actividad de las áreas cerebrales implicadas en la religiosidad podría causar alucinaciones o visiones espirituales o, directamente, místicas. En algunos tipos de epilepsia las áreas que se descontrolan son las que estarían relacionadas con esta actividad y, por lo tanto generan visiones místicas. En cuanto a la esquizofrenia, podría haber un desbalance neuroquímico que genere alucinaciones, algunas de las cuales, dependiendo de la historia y el contexto, serían de corte más bien místico.
Abundan los testimonios de personas que experimentaron (ya sea estando clínicamente muertas o con el uso de alguna sustancia) el famoso túnel de luz, separarse del cuerpo y ver desde arriba, su cuerpo muerto. ¿Por qué ocurre ésto?
Las experiencias cercanas a la muerte tienen síntomas comunes, incluyendo los que se producen por las fallas circulatorias que conllevan un descenso en los niveles de oxígeno en el cuerpo. Cuando la retina deja de recibir oxígeno suficiente, envía una señal al cerebro — y lo único que la retina puede informar es la presencia de luz, de ahí la sensación que narran algunos pacientes con respecto a la luz al final del túnel. La sensación de desprendimiento del cuerpo es menos comprendida, pero al imaginarnos a nosotros mismos siempre nos vemos desde afuera, como si otro nos estuviera mirando.
Desde las debatibles conversiones de presidiarios gracias a la palabra de Dios hasta los rituales basados en DMT para curar adicciones las experiencias místicas han servido a muchas personas con ciertas patologías y a millones a sostenerse en un mundo que los contraviene. Sin embargo, en la dimensión histórica, todos sabemos el enorme mal que las religiones producen en los pueblos.
¿Cuáles son los beneficios de ser religioso, y cuales las contraindicaciones?
El tener respuestas certeras a mano puede ayudar a calmar las angustias existenciales que llevamos dentro, además de generar una sensación de comunidad que implica ayuda entre los congregados. La persona religiosa puede echar mano a un estado de calma que se ayuda con los rituales de cada caso (rezos, cantos, bailes, etc.). El extremo de la pertenencia a una religión puede implicar dejar las decisiones en manos de otros, o incluso de señales de algo superior o sobrenatural, con lo que no estaríamos controlando nuestras acciones. Asimismo, el fanatismo religioso ha incurrido en cualquier cantidad de atrocidades a lo largo de la historia.
Si hay algunos beneficios en ser religiosos, ¿cómo podemos entender el gran mal que han causado a la humanidad durante toda su historia?
Cada cual entenderá que sus beneficios son mayores y podrá intentar someter a otros a su voluntad arguyendo voluntades divinas. A veces para los humanos es mucho más sencillo pelearse que convencer al otro. El nombre de Dios no solo ha sido invocado en vano sino en algunas de las gestas más terroríficas de la historia.
Mucho se ha escrito y debatido sobre Dios, cada persona tiene su propia cosmogonía. Lo sobrenatural es un absurdo. Si aceptamos la idea de lo sobrenatual, deberíamos plantearnos qué es lo natural. Si ocurre algo raro en nuestras tres dimensiones (un fantasma, una visión), ya sea fuera o dentro de nuestro cerebro; pues se vuelve natural, y puede ser estudiado, medido y comprendido dentro de la naturaleza. De esta forma, hablar de lo sobrenatural, es una falacia enorme. Porque como bien sabemos, fe y verdad son cosas muy diferentes, ambas conviven en nuestro cerebro. Una vez le preguntaron sobre el tema a Hugo Mujica, sacerdote y poeta. Su respuesta fue simple, bella y justa: Dios, es la búsqueda de Dios. Dijo.