Pasaron cuatro meses de la Navidad y los tíos no me traen el regalo. Por ahí voy a la casa y juno arriba del ropero por si se olvidaron de darmelo. A lo mejor me compró una computadora, como sabe que me gusta…
Son las doce de la noche. Sopla un viento fresquito. En el colegio vimos un documental de un camarógrafo que vive con los indios. Soy uno de los indios, y el barrio es la aldea. Le da la luna, y las cosas parecen de piedra. Afuera no hay un alma, como dice la mami. Encuentro en la puerta un gatito herido, tiene las patas de atrás aplastadas y llenas de sangre. No veo a nadie. El barrio es un cementerio.
Levanto al gatito y lo llevo hasta la puerta del vecino. Llora. Lo dejo y me voy. Nadie lo va a curar: lo van a llevar de una puerta a la otra toda la noche, encajándoselo al vecino. Una noche, un perrito dio la vuelta al barrio de esa forma. Lo vi de arriba del techo, cuando estuve enyesado y trepé a espiar los patios de la gente.
Ayer incendiamos las chozas de los del 2 de Abril. Yo no hice nada, soy muy cagón. Los otros atacaron la choza grande a palazos, y los putitos del 2 de Abril salieron corriendo. Escuchamos a los bomberos y nos volvimos.
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