Estamos en Séptimo Grado, el año de la maldad: no nos pueden echar. Nos gusta hacerle maldades a los más chicos o arruinarle las cosas a los del secundario. Por eso vinimos a Feliz Domingo. La Municipalidad puso tres tribunas altas hasta el techo, están llenas. Los del secundario no dejan de cantar y trajeron bombos y trompetas. No aguantamos más el ruido. Hay muchas guirnaldas y micrófonos. Además me quiero ir. Seguro que sale Formento y mi hermana al lado, le van a gritar de todo. Nos vamos a la vereda a pinchar algunas gomas de auto.
—¡Esa es la camioneta de Formento! —dice el Pelu.
—Sí —dice el Paco—, entremos a ver qué hay.
—No, pará, tas loco: nos va a agarrar la cana.
—No, entremos.
El Paco tironea la puerta, abre la corrediza y nos mira. Está sin traba. Se ríe. No nos animamos a entrar. El Pelusa juna que no venga la cana. El Paco se manda adentro y no vuelve. Lo llamamos, sale corriendo y lo seguimos. A tres cuadras nos sentamos en la vereda. El Paco saca del pantalón un tarrito.
—Es el aerosol que Formento usa en el pelo —dice.
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