Vine a ver los videojuegos, pero ni prendimos la Talent. La tía me hace nebulizaciones, dice que yo me las hago mal. Estoy insolado porque le ayudé al tío a pintar el techo por los calores fuertes. A la tarde cosimos un fulbo viejo y me explicó el orsai. A la tardecita fuimos a cazar ranas. Mi primo las pescó como palometas: a un palo de escoba le ató un hilo con carne en la punta y cuando mordían, las revoleaba. Atrapamos un montón. Se movían mucho en la bolsa y le pegué varias veces contra el suelo.
Ahora nos sentamos en la cochera y empezamos a matar. El tío les corta la cabeza, las ranas siguen vivas un rato y saltan por ahí. Le corto la cabeza a varias y las pongo en fila, pero saltan. Las tiramos en la sartén caliente así nomás. Bailan como locas, el tío dice que nos olvidamos de meterles el escarbadientes en el culo para dejarlas duras.
A mí me da un poco de lástima maltratar a los animales. Cuando era chico miré en la vidriera del centro un comedero lleno de pollitos apretados con un foco de luz en el medio. Dos, pegados, se chocaban las cabezas sacándose las semillas del pico. Otros medios muertos, o recién nacidos, con pedazos de cáscaras de huevo en la cabeza, eran mudos. La mami me explicó: los ponen ahí y no les apagan la luz para que coman todo el día y crezcan más rápido hasta que son pollos y los comemos.
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